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San Salvador, 15 - 21 de octubre de 2007 | |||
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EL AGORA
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Noticia biográfica
Pedro Geoffroy Rivas nació en Santa Ana, el 16 de septiembre de
1908. Su primera publicación data de noviembre de 1928, en el “Diario
de Santa Ana”, de su ciudad natal. Se inició como poeta que
canta el amor. Esta vena la seguirá explorando hasta su madurez
con la publicación de un poemario antológico, “Sólo
amor”, de 1963. Participó en la Revista del Grupo Literario
Crisol (1933) en su misma ciudad natal. Ahí colaboró con
el reconocido filósofo Julio Fausto Fernández.
Al llegar a San Salvador entró a la Universidad Nacional a estudiar medicina. En 1931 viajó a México. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Obtuvo el título de Licenciatura gracias a la tesis “Teoría marxista del estado” en 1937. Durante su permanencia en la capital mexicana, publicó sus primeros poemarios: “Canciones en el viento” (1935), “Rumbo” (1935) y “Para cantar mañana” (1935). Además de la vena intimista, amorosa, y de una biográfica que evoca la infancia, comenzó a desarrollar una vertiente de denuncia política. Esta “honda raíz social y humana”, la inició en “Para cantar mañana”. La prolongó en varios poemarios tales como “Patria” (1944), “Esperanzada geografía del dolor” (1946), “Sin muerte ya” (1947), “Juan Pueblo vuelve a cantar” (1950), y en múltiples poemas sueltos publicados en periódicos capitalinos. La vertiente combativa y de protesta, le valió una profunda influencia en las generaciones jóvenes. Junto con Gilberto González y Contreras (1904-1954), Geoffroy Rivas fue el primer poeta en denunciar el etnocidio oficial del grupo indígena de los Izalco en 1932. En la capital mexicana se dedicó también a la traducción, entre lo que destaca las novelas de Bruno Traven.
Regreso y militancia
Al regresar a El Salvador en 1944, se ocupó de la dirección
del periódico “La Tribuna”. Gracias a una columna editorial
y a los estribillos que acompañaban la caricatura “Juan Pueblo”,
Geoffroy Rivas se convirtió en el portavoz de la conciencia cívica
de los sucesos políticos de abril a octubre de 1944, luego de la
caída del dictador Maximiliano Hernández Martínez.
Esta acción lo condujo de nuevo al exilio. Con su familia, emigró
a México, donde permaneció hasta 1957. Aparte de unos cuantos
poemarios inéditos, pocas son las noticias que hemos recolectado
de este período. Sabemos que estudió antropología
lingüística en la Escuela Nacional de Antropología
e Historia (ENAH) en México D.F. Sin embargo, en los archivos de
la ENAH no existe prueba documental de su tesis de graduación.
Entonces, la recién formada generación comprometida distinguía en Geoffroy Rivas el paradigma de la “conducta moral” y el ejemplo del escritor recto, con convicciones poéticas y políticas de vanguardia. Su poesía circuló en mecanografiados, convirtiéndose en modelo para la nueva generación. Su distanciamiento con respecto al Partido Comunista Salvadoreño, no dejo de causar cierto recelo entre la nueva generación que lo había adoptado como precurso inmediato. Aun así su poesía de protesta temprana siguió proporcionando un modelo de escritura y de conducta a seguir.
Al regresar de México comenzó a publicar trabajos sobre
antropología y lingüística en periódicos y en
revistas nacionales. Sus trabajos de antropología periodística
se caracterizaron por desarrollar un agudo debate político, dentro
del marco de una problemática arqueológica y de análisis
gramatical. En el terreno de la antropología, sus trabajos más
elaborados se centran en la lingüística descriptiva. Sus aportes
más originales son varios léxicos o diccionarios sobre el
nahuat o pipil de El Salvador, y sobre el español coloquial o lengua
hablada. Su devoto nacionalismo lo llevó a proclamar una independencia
idiomática: una “lengua salvadoreña” particular.
La militancia indigenista
Aunque ahora lo juzguemos por sus omisiones y falta de rigor (como lo
estipula Lyle Campbell en su estudio “The Pipil Language of the
El Salvador” de 1985) en su época representaron un verdadero
avance. Sus escritos se revistieron de un carácter innovador. A
pesar de los 40 años que median entre la “Toponimia nahuat
de Cuscatlán”, de 1961 y el presente, no existe un solo trabajo
actualizado semejante al de Geoffroy Rivas. A la vez, su estilo simple
y llano, le otorgaron a obras como “El español que hablamos
en El Salvador” de 1975 y “La lengua salvadoreña”
de 1978, una amplia difusión popular. Junto a la toponimia, esas
obras han sido reeditadas en varias ocasiones. Quizás las condiciones
institucionales, las que sirven de marco a cualquier trabajo creativo
y científico, expliquen la distancia que media entre una obra académica
en el extranjero y una obra descriptiva en el país. No sería
descabellado afirmar que la lingüística salvadoreña
no ha avanzado mucho más allá de ese trabajo pionero.
Paralelamente, Geoffroy Rivas elaboró una poética indigenista. A partir de una lectura de los “Cantares mexicano”s y de los cronistas coloniales, escribió “Yulcuicat” en 1965 y “Los nietos del jaguar”, en 1977. Ambos textos actualizan el legado poético indígena. Quizás su mayor contribución sea rescatar temas indigenistas, en una sociedad que ha rechazado tanto cualquier lazo cultural con lo prehispánico, así como con las minorías étnicas nacionales. Publicó en reconocidas revistas como “Cultura”, del Ministerio de Educación, “Estudios Centroamericanos”, de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, “La Universidad” y otras.
Trabajó intensamente en el Departamento del Patrimonio Cultural. Impartió clases en la Universidad de El Salvador y en la Universidad Centroamericana. En 1977, obtuvo un reconocimiento oficial a su obra, al recibir el “Premio Nacional de Cultura” por parte del gobierno salvadoreño. A pesar de la influencia y del reconocimiento, estatal e informal, su obra no ha sido publicada en su integridad y aún permanece dispersa. Pedro Geoffroy Rivas murió en 1979.
Rescatar las humanidades
Gracias a una investigación minuciosa en la hemeroteca nacional
de El Salvador, hemos rescatado la obra dispersa del escritor, poeta y
lingüista, Pedro Geoffroy Rivas. Este rescate nos permite insistir
en la necesidad de renovar la investigación sobre las humanidades
en el país, por medio de un doble enfoque: historiográfico,
por una parte, y filosófico, por la otra. Si a la historiografía
le corresponde restituir el documento primario, a un enfoque filosófico
le atañe rastrear las corrientes teóricas sobre las cuales
se levanta una obra poética y ensayística.
Hay que rebasar una simple crítica del gusto para elaborar un análisis más objetivo y científico. Ni siquiera la renovación editorial en el país, a través de la “Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña” (por ejemplo el volumen 8, 1996), ha juzgado conveniente establecer una cronología somera de la obra de Geoffroy Rivas, por medio de la búsqueda del dato primario olvidado. Por lo contrario, difusión y comentario siguen encasillados en una crítica subjetiva que hace del gusto el mayor parámetro de análisis.
Sobre
el autor Rafael Lara Martínez (San Salvador, 1952), es antropólogo y lingüista. Funge como catedrático de Humanidades en el Tecnológico de Nuevo México, Estados Unidos. Sobre el texto El presente texto cedido para EL FARO es una ponencia magistral presentada en el Encuentro de la Red Centroamericana de Antropología, realizado en la Universidad Tecnológica, San Salvador, en 2001. Esta versión, corregida, será publicada en “La Universidad”, Revista de la Universidad de El Salvador, bajo la dirección de Jaime Barba) Sobre el homenaje El
homenaje a Pedro Geoffroy Rivas se realizará durante un
conversatorio que sostendrán David Escobar Galindo y Ricardo
Bográn (El Salvador) y Carlos Navarrete (México),
el 27 de octubre, a las 5:00 de la tarde, en el Museo Nacional
de Antropología. |
La figura de F. Nietzsche será a este respecto sintomática.
Su influjo se manifiesta desde su juventud en el poema “Canción
de los hombres felices”, de 1933, hasta su madurez en el “Discurso
pronunciado en la Academia Salvadoreña de la Lengua”. En
época temprana, el poeta nos informa que su identificación
posterior con el indigenismo, ha pasado a través de dos etapas:
la influencia del romanticismo alemán vía Nietzsche, y la
del vanguardismo latinoamericano vía Huidobro:
yo que bebí el veneno de nietzsche y de huidobro
yo que me dí a las drogas y al alcohol de los versos
soy feliz como el indio soy feliz soy feliz.
Aunque esas tres corrientes —filosofía romántica alemana, vanguardismo poético chileno e indigenismo antropológico mexicano— puedan parecernos distintas e incluso encontradas, lo cierto es que en la mente del escritor poseen una clara afinidad. Esa amalgama de ideas es la que caracteriza al más arraigado “comunismo salvadoreño”. En verdad, el único estudio sistemático sobre el materialismo histórico y dialéctico —la tesis de licenciatura “Teoría marxista del estado” — consiste en una revisión detallada del “Origen de la familia, de la propiedad privada y del estado” (1884) de Federico Engels.
A mediana edad, la influencia nietzscheana se deja de nuevo traslucir en el término que describe la transformación política del poeta, a saber: el anti-hombre. Esta noción, que retomó incluso Roque Dalton (1935-1975) bajo el atuendo de un “pobrecito poeta”, es una transposición del “anticristo” y del “superhombre” nietzscheanos. En la poesía de Geoffroy Rivas, el radicalismo de Nietzsche queda además despojado de su contenido pagano, adquiriendo una raigambre cristiana por el descenso del poeta a los infiernos (“vida, pasión y muerte”) y su resurrección posterior: “Y me he muerto en la flor de los años […] Y descendí también a los infiernos […] Y también me levanté de entre los muertos”. El poeta es un nuevo Mesías, el actual “Hijo del (Anti)Hombre”.
Por último, durante su madurez, Geoffroy Rivas acepta la interpretación fenomenológica de Angel María Garibay sobre la poesía nahuatl. En lugar de hacer una crítica ideológica, es decir, marxista, de la poesía indígena como sustentadora de un régimen tributario y sacrificial, idealiza las sociedades prehispánicas, convirtiéndolas en sociedades orientadas hacia un conocimiento intuitivo y poético superior. El retorno de los románticos a la Grecia de los presocráticos, el poeta salvadoreño lo reemplaza por el regreso a una sociedad prehispánica utópica. En nombre de la poesía, denuncia el racionalismo y la lógica, haciendo eco a la acusación nietzscheana en contra de Sócrates en el libro clásico “El origen de la tragedia”, de 1872. Lingüística y antropología literaria no son sólo disciplinas descriptivas y científicas. En cambio, reciben también la influencia del irracionalismo poético.
En síntesis, a pesar de su militancia en el Partido Comunista
Salvadoreño (PCS) y de las advertencias de su amigo, el filósofo
Julio Fausto Fernández en “El existencialismo. Ideología
de un mundo en crisis” de 1950, Geoffroy Rivas sometió el
discurso científico al primado de la intuición literaria
y del irracionalismo poético. Al igual que en otros escritores
comprometidos (G. González y Contreras, R. Armijo, J. R. Cea, etc.),
su práctica literaria se contrapuso a su compromiso político
con una filosofía científica y racional, el materialismo
histórico y dialéctico. La poesía absorbió
casi toda labor de orden descriptivo e incluso interpretativo. Si aún
ahora esta postura filosófica es calificada de “comunista”,
de “científica”, a nuestro juicio, este hecho resulta
de un problema de percepción y de lectura, más que del contenido
mismo de la obra. Esa recepción nos informa como posturas que en
otras latitudes serían juzgadas de conservadoras, al trasponerse
a El Salvador cobran un sesgo “revolucionario” y de avanzada
política.
I
Congreso Centroamericano de Arqueología en El Salvador |
El Congreso se realizará en el Museo Nacional de Antropología, de San Salvador, del 26 al 28 de octubre. Las ponencias, mesas redondas y exposiciones acompañarán al foro que quiere ser “un espacio para el intercambio intelectual entre miembros de la comunidad académica local y regional, incluyendo tanto a profesionales establecidos como a estudiantes de arqueología”. El tema central del cónclave es la cultura nahua, “porque tanto El Salvador como Centroamérica mantienen como componente importante raíces comunes a través de la presencia de grupos de filiación Nahua. Segundo, porque un Congreso de arqueología Centroamericana será una novedad, y esperamos una tradición que podemos ayudar a impulsar. Y tercero, porque cada día crece más la comunidad de arqueólogos centroamericanos formados en Centroamérica, cuyas propuestas es necesario difundir”. El sitio web www.congresodearqueologia.org contiene la descripción de los objetivos, el calendario de las actividades, descripción de los temas a tratar e información adicional. Lea además: |
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